Riquelme es lento, jamás fue un crack. Habla lento y juega lento. Toca a los costados, atrás, a los costados. Nunca acompaña la jugada, nunca entra al área con potencia, nunca se estira más que su alcance. Nunca corre, jamás. Tampoco cabecea. Se la da Clemente Rodriguez, sin siquiera amagar a buscar la devolución.
Juega cuándo quiere, dónde quiere, y con el técnico que quiere. También se va y vuelve cuando quiere, pero nadie le puede decir nada porque es Riquelme. Boca no pierde por culpa de Riquelme, pero tampoco gana gracias a él. Es tibio.
¿De qué juega? De enganche. Ni Maradona, ni Messi, ni Iniesta, ni Ronaldo, ni Xavi, ni Neymar son enganches. Ni Zidane era enganche. Pero este tipo, Riquelme, que deshace y hace todo a su medida, también inventó una posición táctica para poder maquillar sus limitaciones y su displicencia, y así justificar su obsceno salario.
No quiero escribir más. Riquelme es un gran manipulador y sólo puede ser ídolo en Argentina.